domingo, 7 de mayo de 2017

STAR WARS VII – THE FORCE AWAKENS
(EL DESPERTAR DE LA FUERZA)

  • Argumento:
Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana [...] Luke Skywalker ha desaparecido. En su ausencia, la siniestra PRIMERA ORDEN ha surgido de las cenizas del Imperio y no descansará hasta que Skywalker, el último Jedi, haya sido destruido. Con el apoyo de la REPÚBLICA, la General Leia Organa dirige una valiente RESISTENCIA. Desesperadamente busca a su hermano Luke con el fin de obtener su ayuda para restaurar la paz y la justicia en la galaxia. Leia ha enviado a su piloto más audaz en una misión secreta a Jakku, donde un viejo aliado ha descubierto una pista del paradero de Luke...



  • Star Wars: El despertar de la fuerza es tan buena como mala, es tan llevadera como falta de emoción, tan cariñosa con la trilogía original como irrespetuosa con lo que buscan algo nuevo —algo que Lucas sí hizo en todos los films que controló—, y tan entretenida que uno debería dejarse arrastrar por el torrencial de imágenes hábilmente creadas por el director.


  • Sería injusto acribillar la película por ser a ratos, demasiados, predecible y casi una fotocopia de los instantes de la película que lo empezó todo. Abrams se revela, o nos recuerda en su quinta película, que es un buen narrador cuando le pone ganas, como toda la presentación del personaje de Rey, extraordinaria Daisy Ridley en el que además se nos muestra una alegoría maravillosa: vive de encontrar chatarra en los viejos destructores del Imperio. ¿Acaso Abrams, y con él, todos los fans de la saga, no hacen lo mismo con la película? También en la primera batalla espacial con el caza pilotado por Finn y Poe, momento muy bien filmado sin concesiones al parkinson actual en escenas de acción, algo que Abrams ha solventado hace ya tiempo, aunque esos zooms —que recuerdan a la serie de televisión Galáctica’, el remake— le hacen un flaco favor a la espectacularidad. Ejemplo: la primera persecución del Halcón milenario pierde emoción por ello.



  • El director logra algo que Lucas no consiguió en la segunda trilogía, introducir un villano lo suficientemente carismático. Los sentimientos con él son encontrados, como alguien de su edad. Creo que Adam Driver logra precisamente esa ambivalencia, que a ratos me parece intencionada, ergo no censurable; por un lado un villano imponente al que sus propios soldados temen in extremis, y por otro —y esto ya tiene que ver con el guión— no parece más que un niño con una rabieta típica de alguien joven, y que, como en este caso, no ha dominado, como sí lo hizo su abuelo, el Lado Oscuro. Es la otra cara de la moneda, no lucha por resistirse al lado oscuro, sino por la luz que le llama fuera de él.
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  • Por eso mismo espero que esta saga salga del lado oscuro de la nostalgia y no se aboque a las exigencias de unos fans que, como bien dice Jordi Costa en una de sus críticas, revelan mucha menos imaginación que el creador de este universo, don George Lucas. Deseo que no haya más estrellas de la muerte —probablemente el aspecto más estúpido del guión, con el mismo punto débil que las otras dos, y la misma forma de destruirla, ¿no han aprendido nada sus constructores?—, ni más repetición de situaciones con el fin de satisfacer la citada nostalgia, capaz de mover montañas, y de amasar más dinero que nadie.


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